"Las ideas son menos interesantes que los seres humanos que las inventan" FranÇois Truffaut

lunes, enero 27, 2014

El lobo de Wall Street, Martin Scorsese

En una de las secuencias más inmorales del cine contemporáneo, Martin Scorsese se burla de un agente del FBI contraponiendo el lujoso tren de vida de un creativo "financiero" de Wall Street al humilde trayecto en Metro del burócrata estatal que se ocupa, tan prosaico, de hacer cumplir la ley.

Nada que objetar.  Scorsese ha hecho en El lobo de Wall Street un elogio sin refutación. inmoralista, de la "vida loca" en los márgenes de la ley, de la ostentación, del desenfreno, del carnaval.  Del mismo modo que él como cineasta, Jordan Belfort vino de orígenes plebeyos para codearse con la élite de las finanzas sin perder, eso sí, unas hechuras de chico golfo de barrio.  Como Belfort, Scorsese siempre ha querido situarse en el Olimpo hollywoodense, aunque tantas veces despreciado ha hecho de la necesidad, virtud, y así se suele presentar a sí mismo como el outsider que sólo fue en sus comienzos.

De cara a la galería periodística, por supuesto, Scorsese ha pretendido vender el camelo de que "obviamente" condena el estilo de vida hortera y codicioso, vulgar y ostentoso que describe en la película con regodeo.  Pero en ese sentido es como esos sacerdotes, que es lo que hubiera querido ser según propia confesión, que hablan del vicio haciendo como que lo condenan mientras una babilla de íntima satisfacción les resbala por las comisuras de los labios.

Porque si vergonzosa es la secuencia del agente volviendo a casa en Metro mientras parece lamentar su suerte de asalariado del Estado, roza la infamia cinematográfica la escena en la que la mujer de Belfort trata de castigarlo abriéndose de piernas.  Por lo menos, otro tan banal y prepotente últimamente como él, Lars von Trier habría mostrado el coño de la protagonista.  Pero el abuelo Scorsese juega a la provocación siempre dentro de los límites que marca una posible nominación a los Oscar.

"No quise tanto mostrar la codicia como sumergirme en ella, ser parte de la codicia y de la exaltación de la codicia, y de la destrucción que provoca"

Fascinado por tanta codicia, a Scorsese se le ha roto el saco de la mesura, el sentido del equilibrio y la distancia crítica para convertirse en otro de los berracos que rodean al cerdo, más que lobo, de Wall Street interpretado magníficamente por Leonardo di Caprio.  Pero si de verdad hubiese sido intención de Scorsese hacer un film de denuncia, ¿tiene sentido que di Caprio sea su alter ego en la pantalla?  Iluminado por rostro barbilampiño de actor, Belfort es siempre un buen chico, un tanto travieso pero siempre simpático, jamás el desalmado que fue.  Es como si para realizar un biopic sobre Kiko Rivera, el trasunto hispano y cañí de Belfort, pusiera Santiago Segura a Mario Casas.  La identificación y la emulación serían inmediatas...

Como suele ocurrir con las almas bellas, finalmente el paradójico resultado de El lobo de Wall Street será haber convencido a jóvenes brillantes de que no hay cosa mejor que convertirse en un cerdo pilotando un Ferrari, vistiendo Armani y esnifando cocaína en el culo de putas de a 500 euros la hora.  Vale, Griffith hizo renacer al KKK con El nacimiento de nación.  Pero Scorsese lo hace hasta arriba de Viagra cinematográfica, confundiendo el brío con la mecánica de fluidos y la resistencia con la contumacia.  180 minutos (después de los primeros 60 minutos el mismo chiste se repite una y otra vez hasta que termina por perder el sabor y se queda en un blando y amorfo plástico. Es más, tras la brillante aparición de Matthew McConaughey, si lo llego a saber me habría ido) que tras disiparse el efecto de la pastilla azul quedan reducidos a una fláccida impotencia, un hastío existencialista y una nostalgia por lo que fue cuando los toros salvajes eran conducidos por un taxi driver hacia un casino con goodfellas en noches de after hours.


1 comentario:

franciscorl dijo...

Es la fantasía de un adolescente tarado. Además, falsa y mentirosa. Incluso para el mal hace falta talento y trabajo, y yo no me creo que DiCario y esa panda de colgados pudieran engañar a nadie. Y si al personaje en cuestión le llamaban "El lobo de WS", Dicaprio es cualquier cosa menos un lobo.

En realidad es una versión de las películas de gamberros adolescentes americanos, pero con pretensiones. Qué penita. Este hombre no tiene nada que contar.